miércoles, 31 de julio de 2013

Soberbia

"La felicidad está en una sala donde todos quieren entrar...
Tratan de abrir la puerta hacia adentro, para sí, pero
cuanto más quieren abrirla para sí más la trancan,
pues la puerta se abre hacia afuera: hacia los demás."
-Kierkegaard-

Un amigo siempre decía: "soy hermoso", "¡cómo me amo!", "¿para qué hacer felices a los demás si podemos hacernos felices directamente?", y cosas por el estilo que en efecto vivenció.
Esa vida lo llevó a estafar la confianza de hombres y mujeres por centenares, y por supuesto a su familia y amigos de siempre, que finalmente entrevieron su maldad.
Y a sí mismo, pues esos rostros humanos en los que no se supo reflejar, terminaron por menguar su propio psiquismo y humanidad potencial.

(CUENTO RELACIONADO:
La cara de Dios

Una mujer con muchas inquietudes religiosas, hizo al Maestro esta confidencia:
-Maestro, no creo que tenga una respuesta para mi búsqueda; pero como sé que usted es un hombre comprensivo, quiero compartir mi inquietud.
-Te escucho, mujer.
Y retomó la mujer:
-Hace años que me esfuerzo y me desvelo por contentarme con Dios. Me recogí en la soledad de la naturaleza, me recluí en el silencio de los templos, y lo busqué en el recogimiento de monasterios, conventos y abadías. ¡Y sigo sin encontrar el rostro de mi Dios!
En ese momento interrumpió el diálogo un joven, que llegó corriendo y dijo atolondradamente:
-Maestro, necesito hablar con usted.
La mujer lo miró con desprecio, giró sobre sus pies y le dio las espaldas.
-Espérame un momento -indicó el maestro- debajo de aquel árbol, y ya estaré contigo.
El joven se dirigió hacia el lugar indicado y la mujer, con evidente desagrado, protestó ante el Maestro:
-¡Cómo! ¿No lo conoces? ¡Es un vicioso, drogadicto y mujeriego! Yo no tolero a ese tipo de personas. No puedo verlas. ¡No quiero mirarlas!
-¡Ah! -exclamó el Maestro-. Ahora comprendo, mujer. Ahora sé lo que te sucede. Tú me has dictado la respuesta que me pedías.
Con evidente impaciencia, casi gritó la mujer:
-No sé de qué hablas. ¡No comprendo nada!
-Mujer, es como si tú me dijiste al comenzar, yo no tenía respuesta para tu inquietud... Porque creo que Dios no tiene rostro... Y si lo tiene, mi Dios tiene cara de hombre. El rostro de Dios es como un rompecabezas, que se forma con todos los rostros humanos que encuentras en tu camino. Y veo que a ti te faltan muchos rostros que rechazas y que no quieres ver.

-Búsquedas y Confidencias, de René Trossero-)

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